jueves, 11 de agosto de 2011

La escalera roja




Entrando a la vecindad, dando vuelta a la izquierda aparecía una empinada escalera de cemento con el pasamanos de color rojo. Eran rumbos cercanos al Palacio de Lecumberri los que tenia uno que traspasar y el subir las pequeños escalones eran necesarios para poder visitar a la tía Chole.

En una esquina que si al día de hoy quisiera llegar, no podría hacerlo se encontraba la casa de la tía Soledad Becerra, hermana de Félix, mi abuelo materno. Al terminar las escaleras podía uno acceder a la sala de la casa, con un piso de madera que crujía al paso de un adulto y sentarse en unos muebles que estaban recubiertos de plástico. En la pared podía uno admirar las fotos de la mayoría de mis tías y tíos en los días de sus bodas.

Después del becho y apapacho con que nos recibía mi tía Chole, invariablemente nos abría un paquete de galletas a las cuales vilmente le dábamos baje. Mis padres se ponían a platicar con ella y mientras esta sucedía , mi hermano Luis y yo nos dedicábamos a husmear por los demás cuartos, hasta dar con los aposentos del tío Panchito, el cual al vernos llegar se encabronaba y no se que ¨madres¨ nos decía para que saliéramos de ahí.

Todo esto sucedió, me imagino en los principios de los años 70´s eran frecuentes las idas a la casa de la Tía Chole. Al paso del tiempo empezamos a crecer para dejar la niñez atrás, las galletas ya no nos ilusionaban tanto, la tía Chole empezó a hacerse vieja, la casa limpia se transformo en una vivienda sucia, el polvo hizo su aparición en la vajillas detrás de la vitrina, dejamos de ser adolescentes, terminamos nuestros estudios, nos casamos y mientras todo esto sucedía , la tía sucumbió al paso del tiempo. Los gatos hicieron su aparición y en poco tiempo eso se convirtió en algo no muy agradable.

Un buen día , mi tía Miner tomo la sabia decisión de llevarse a los tíos a un asilo donde terminaron sus días. Nunca mas volví a la casa de la tía, después de su fallecimiento se vendió la propiedad y hoy día no se que habrá pasado con ella.

¿Seguirá en pie la escalera roja ?

¿Habrá resistido el paso del tiempo?


Rubén Ortiz